Este sitio está concebido con el objetivo de recopilar y organizar la información que nos ha servido para programar y dirigir la estimulación y así documentar el desarrollo del aprendizaje de nuestro hijo. El deseo de proveerle un ambiente donde pueda desarrollar lo más libre y, naturalmente, que sea posible las múltiples inteligencias que nos conforman como seres humanos

____________________________________________________________________

lunes, 31 de agosto de 2009

UTILIZA LENGUAJE DE SEÑAS PARA COMUNICARTE MEJOR CON TU HIJO PEQUEÑO

Bueno, pues el título lo dice todo. Investigando por aqui y por allá, me topé con el lenguaje de señas para bebés, y realmente me pareció muy interesante y útil. Cómo experiencia personal, les comento que cuando empecé a introducir los animales a Martín, él todavía no balbuceaba palabra alguna, así que utilizamos lenguaje corporal y sonidos para identificar cada uno de los 40 animales que hay en su cuarto. Yo me daba cuenta que era muy gratificante para él lograr comunicarse de alguna manera con nosotros, y pienso que hubiera sido aún más gratificante para él si le hubieramos enseñado a expresar cosas básicas como hambre, frio, calor, sueño, popó, chichi, mesa, plato, avión, mamá, papá, gracias...en fin, gran cantidad de palabras que nos ayudana a entender mejor a nuestro hijo, ya que sabemos que la gran mayoría de pataletas ocurren por la falta de una comunicación entre adulto y pequeño.
http://www.babies-and-sign-language.com/glossary-photos.html

jueves, 20 de agosto de 2009

Tu hijo es una buena persona....por Dr. Carlos González

Cómo es la vida... ayer puse un post con dudas y hoy me llega a mi correo este artículo.... 

Tu hijo... es una buena persona
por Dr. Carlos González


Cuando una esposa afirma que su marido es muy bueno, probablemente es un hombre cariñoso, trabajador, paciente, amable... En cambio, si una madre exclama "mi hijo es muy bueno", casi siempre quiere decir que se pasa el día durmiendo, o mejor que "no hace más que comer y dormir" (a un marido que se comportase así le llamaríamos holgazán). Los nuevos padres oirán docenas de veces (y pronto repetirán) el chiste fácil: "¡Qué monos son... cuando duermen!" 

Y así los estantes de las librerías, las páginas de las revistas, las ondas de la radio, se llenan de "problemas de la infancia": problemas de sueño, problemas de alimentación, problemas de conducta, problemas en la escuela, problemas con los hermanos... Se diría que cualquier cosa que haga un niño cuando está despierto ha de ser un problema. 
Nadie nos dice que nuestros hijos, incluso despiertos (sobre todo despiertos), son gente maravillosa; y corremos el riesgo de olvidarlo. Aún peor, con frecuencia llamamos "problemas", precisamente, a sus virtudes. 


Tu hijo es generoso

Marta juega en la arena con su cubo verde, su pala roja y su caballito. Un niño un poco más pequeño se acerca vacilante, se sienta a su lado y, sin mediar palabra (no parece que sepa muchas) se apodera del caballito, momentáneamente desatendido. A los pocos minutos, Marta decide que en realidad el caballito es mucho más divertido que el cubo, y lo recupera de forma expeditiva. Ni corto ni perezoso, el otro niño se pone a jugar con el cubo y la pala. Marta le espía por el rabillo del ojo, y comienza a preguntarse si su decisión habrá sido la correcta. ¡El cubo parece ahora tan divertido! 

Tal vez la mamá de Marta piense que su hija "no sabe compartir". Pero recuerde que el caballito y el cubo son las más preciadas posesiones de Marta, digamos como para usted el coche. Y unos minutos son para ella una eternidad. Imagine ahora que baja usted de su coche, y un desconocido, sin mediar palabra, sube y se lo lleva. ¿Cuántos segundos tardaría usted en empezar a gritar y a llamar a la policía? Nuestros hijos, no le quepa duda, son mucho más generosos con sus cosas que nosotros con las nuestras.

Tu hijo es desinteresado

Sergio acaba de mamar; no tiene frío, no tiene calor, no tiene sed, no le duele nada... pero sigue llorando. Y ahora, ¿qué más quiere? 
La quiere a usted. No la quiere por la comida, ni por el calor, ni por el agua. La quiere por sí misma, como persona. ¿Preferiría acaso que su hijo la llamase sólo cuando necesitase algo, y luego "si te he visto no me acuerdo"? ¿Preferiría que su hijo la llamase sólo por interés? 
El amor de un niño hacia sus padres es gratuito, incondicional, inquebrantable. No hace falta ganarlo, ni mantenerlo, ni merecerlo. No hay amor más puro. El doctor Bowlby, un eminente psiquiatra que estudió los problemas de los delincuentes juveniles y de los niños abandonados, observó que incluso los niños maltratados siguen queriendo a sus padres. 

Un amor tan grande a veces nos asusta. Tememos involucrarnos. Nadie duda en acudir de inmediato cuando su hijo dice "hambre", "agua", "susto", "pupa"; pero a veces nos creemos en el derecho, incluso en la obligación, de hacer oídos sordos cuando sólo dice "mamá". Así, muchos niños se ven obligados a pedir cosas que no necesitan: infinitos vasos de agua, abrir la puerta, cerrar la puerta, bajar la persiana, subir la persiana, encender la luz, mirar debajo de la cama para comprobar que no hay ningún monstruo... Se ven obligados porque, si se limitan a decir la pura verdad: "papá, mamá, venid, os necesito", no vamos. ¿Quién le toma el pelo a quién? 

Tu hijo es valiente

Está usted haciendo unas gestiones en el banco y entra un individuo con un pasamontañas y una pistola. "¡Silencio! ¡Al suelo! ¡Las manos en la nuca!" Y usted, sin rechistar, se tira al suelo y se pone las manos en la nuca. ¿Cree que un niño de tres años lo haría? Ninguna amenaza, ninguna violencia, pueden obligar a un niño a hacer lo que no quiere. Y mucho menos a dejar de llorar cuando está llorando. Todo lo contrario, a cada nuevo grito, a cada bofetón, el niño llorará más fuerte. 

Miles de niños reciben cada año palizas y malos tratos en nuestro país. "Lloraba y lloraba, no había manera de hacerlo callar" es una explicación frecuente en estos casos. Es la consecuencia trágica e inesperada de un comportamiento normal: los niños no huyen cuando sus padres se enfadan, sino que se acercan más a ellos, les piden más brazos y más atención. Lo que hace que algunos padres se enfaden más todavía. Si que huyen los niños, en cambio, de un desconocido que les amenaza. 

Los animales no se enfadan con sus hijos, ni les riñen. Todos los motivos para gritarles: sacar malas notas, no recoger la habitación, ensuciar las paredes, romper un cristal, decir mentiras... son exclusivos de nuestra especie, de nuestra civilización. Hace sólo 10.000 años había muy pocas posibilidades de reñir a los hijos. Por eso, en la naturaleza, los padres sólo gritan a sus hijos para advertirles de que hay un peligro. Y por eso la conducta instintiva e inmediata de los niños es correr hacia el padre o la madre que gritan, buscar refugio en sus brazos, con tanta mayor intensidad cuanto más enfadados están los progenitores. 

Tu hijo sabe perdonar

Silvia ha tenido una rabieta impresionante. No se quería bañar. Luchaba, se revolvía, era imposible sacarle el jersey por la cabeza (¿por qué harán esos cuellos tan estrechos?). Finalmente, su madre la deja por imposible. Ya la bañaremos mañana, que mi marido vuelve antes a casa; a ver si entre los dos... 

Tan pronto como desaparece la amenaza del baño, tras sorber los últimos mocos y dar unos hipidos en brazos de mamá, Silvia está como nueva. Salta, corre, ríe, parece incluso que se esfuerce por caer simpática. El cambio es tan brusco que coge por sorpresa a su madre, que todavía estará enfadada durante unas horas. "¿Será posible?" "Mírala, no le pasa nada, era todo cuento". 

No, no era cuento. Silvia estaba mucho más enfadada que su madre; pero también sabe perdonar más rápidamente. Silvia no es rencorosa. Cuando Papá llegue a casa, ¿cuál de las dos se chivará? ("Mamá se ha estado portando mal..."). El perdón de los niños es amplio, profundo, inmediato, leal. 

Tu hijo sabe ceder

Jordi duerme en la habitación que sus padres le han asignado, en la cama que sus padres le han comprado, con el pijama y las sábanas que sus padres han elegido. Se levanta cuando le llaman, se pone la ropa que le indican, desayuna lo que le dan (o no desayuna), se pone el abrigo, se deja abrochar y subir la capucha porque su madre tiene frío y se va al cole que sus padres han escogido, para llegar a la hora fijada por la dirección del centro. 

Una vez allí, escucha cuando le hablan, habla cuando le preguntan, sale al patio cuando le indican, dibuja cuando se lo ordenan, canta cuando hay que cantar. Cuando sea la hora (es decir, cuando la maestra le diga que ya es la hora) vendrán a recogerle, para comer algo que otros han comprado y cocinado, sentado en una silla que ya estaba allí antes de que él naciera. 

Por el camino, al pasar ante el quiosco, pide un "Tontanchante", "la tontería que se engancha y es un poco repugnante", y que todos los de su clase tienen ya. "Vamos, Jordi, que tenemos prisa. ¿No ves que eso es una birria?" "¡Yo quiero un Totanchante, yo quiero, yo quiero...!" Ya tenemos crisis. 

Mamá está confusa. Lo de menos son los 20 duros que cuesta la porquería ésta. Pero ya ha dicho que no. ¿No será malo dar marcha atrás? ¿Puede permitir que Jordi se salga con la suya? ¿No dicen todos los libros, todos los expertos, que es necesario mantener la disciplina, que los niños han de aprender a tolerar las frustraciones, que tenemos que ponerles límites para que no se sientan perdidos e infelices? Claro, claro, que no se salga siempre con la suya. Si le compra ese Tontachante, señora, su hijo comenzará una carrera criminal que le llevará al reformatorio, a la droga y al suicidio. 

Seamos serios, por favor. Los niños viven en un mundo hecho por los adultos a la medida de los adultos. Pasamos el día y parte de la noche tomando decisiones por ellos, moldeando sus vidas, imponiéndoles nuestros criterios. Y a casi todo obedecen sin rechistar, con una sonrisa en los labios, sin ni siquiera plantearse si existen alternativas. Somos nosotros los que nos "salimos con la nuestra" cien veces al día, son ellos los que ceden. Tan acostumbrados estamos a su sumisión que nos sorprende, y a veces nos asusta, el más mínimo gesto de independencia. Salirse de vez en cuando con la suya no sólo no les va hacer ningún daño, sino que probablemente es una experiencia imprescindible para su desarrollo. 

Tu hijo es sincero

¡Cómo nos gustaría tener un hijo mentiroso! Que nunca dijera en público "¿Por qué esa señora es calva?" o ¿Por qué ese señor es negro?" Que contestase "Sí" cuando le preguntamos si quiere irse a la cama, en vez de contestar "Sí" a nuestra retórica pregunta "¿Pero tú crees que se pueden dejar todos los juguetes tirados de esta manera?" 

Pero no lo tenemos. A los niños pequeños les gusta decir la verdad. Cuesta años quitarles ese "feo vicio". Y, entre tanto, en este mundo de engaño y disimulo, es fácil confundir su sinceridad con desafío o tozudez.

Tu hijo es buen hermano

Imagínese que su esposa llega un día a casa con un guapo mozo, más joven que usted, y le dice: "Mira, Manolo, este es Luis, mi segundo marido. A partir de ahora viviremos los tres juntos, y seremos muy felices. Espero que sabrás compartir con él tu ordenador y tu máquina de afeitar. Como en la cama de matrimonio no cabemos los tres, tú, que eres el mayor, tendrás ahora una habitación para tí solito. Pero te seguiré queriendo igual". ¿No le parece que estaría "un poquito" celoso? Pues un niño depende de sus padres mucho más que un marido de su esposa, y por tanto la llegada de un competidor representa una amenaza mucho más grande. Amenaza que, aunque a veces abrazan tan fuerte a su hermanito que le dejan sin aire, hay que admitir que los niños se toman con notable ecuanimidad.  

Tu hijo no tiene prejuicios

Observe a su hijo en el parque. ¿Alguna vez se ha negado a jugar con otro niño porque es negro, o chino, o gitano, o porque su ropa no es de marca o tiene un cochecito viejo y gastado? ¿Alguna vez le oyó decir "vienen en pateras y nos quitan los columpios a los españoles"? Tardaremos aún muchos años en enseñarles esas y otras lindezas.  

Tu hijo es comprensivo

Conozco a una familia con varios hijos. El mayor sufre un retraso mental grave. No habla, no se mueve de su silla. Durante años, tuvo la desagradable costumbre de agarrar del pelo a todo aquél, niño o adulto, que se pusiera a su alcance, y estirar con fuerza. Era conmovedor ver a sus hermanitos, con apenas dos o tres años, quedar atrapados por el pelo, y sin gritar siquiera, con apenas un leve quejido, esperar pacientemente a que un adulto viniera a liberarlos. Una paciencia que no mostraban, ciertamente, con otros niños. Eran claramente capaces de entender que su hermano no era responsable de sus actos. 

Si se fija, observará estas y muchas otras cualidades en sus hijos. Esfuércese en descubrirlas, anótelas si es preciso, coméntelas con otros familiares, recuérdeselas a su hijo dentro de unos años ("De pequeño eras tan madrugador, siempre te despertabas antes de las seis...") La educación no consiste en corregir vicios, sino en desarrollar virtudes. En potenciarlas con nuestro reconocimiento y con nuestro ejemplo. 

La semilla del bien

Observando el comportamiento de niños de uno a tres años en una guardería, unos psicólogos pudieron comprobar que, cuando uno lloraba, los otros espontáneamente acudían a consolarle. Pero aquellos niños que habían sufrido palizas y malos tratos hacían todo lo contrario: reñían y golpeaban al que lloraba. A tan temprana edad, los niños maltratados se peleaban el doble que los otros, y agredían a otros niños sin motivo ni provocación aparente, una violencia gratuita que nunca se observaba en niños criados con cariño. 

Oirá decir que la delincuencia juvenil o la violencia en las escuelas nacen de la "falta de disciplina", que se hubieran evitado con "una bofetada a tiempo". Eso son tonterías. El problema no es falta de disciplina, sino de cariño y atención, y no hay ningún tiempo "adecuado" para una bofetada. Ofrézcale a su hijo un abrazo a tiempo. Miles de ellos. Es lo que de verdad necesita. 

Autor: Dr. Carlos González, pediatra

miércoles, 19 de agosto de 2009

Dudas.....


No tengo ni idea de que título ponerle a este post, pero lo que si tengo claro es que quiero compartir con mas padres mis experiencias, tanto positivas como negativas. El domingo celebramos en casa el cumpleaños 02 de Martín, teníamos tantas expectativas he hicimos algo diferente a una fiesta normal: hicimos una reunión de amigos con mucho espacio para los niños y algunos lugares para los padres. Desde el principio lo teníamos muy claro: queríamos algo donde lo principal fueran los niños. Las ideas, la decoración, todo nos quedó muy lindo, pero no contamos con el comportamiento de nuestro hijo. Martín siempre se ha mostrado muy dominante, su primer acercamiento con otros niños es siempre pegándoles en la cara, o en su defecto haciéndoles una llave tipo abrazo para tumbarlos. Aunque él es un niño muy cariñoso en casa, y con nuestros amigos adultos él es un dulce, con otros niños él es agresivo. Salvo contadas excepciones, Martín parece disfrutar los momentos en que él domina a los otros. Siempre las excusas anteriores eran que no conocía a los niños, que seguro en una reunión con sus amiguitos del parque (los ve sagrado dos veces por semana desde hace 5 meses) él iba a ser diferente, pero nada, fué igual que siempre. Parece ser que cuando se encuentra sólo con un niño, que además logra sortear las actitudes de dominio de Martín y accede a compartir con él, mi hijo disfruta enormemente. Pero cuando hay más niños, su comportamiento hace que se alejen de él sus amigos más cercanos y finalmente quede solo, tratando de interactuar por medio de gritos, llanto y acciones agresivas. Con papi estuvimos pensando mucho al respecto después de la fiesta, pues quedamos un poco aburridos de ver que nuestro hijo no disfrutaba como hubieramos querido, pensando incluso en meterlo al jardín, pero llegamos a la conclusión que de todas formas él es un niño muy completo, y que de pronto al meterlo al jardín desarrolla un comportamiento de "capo" que no nos gustaría experimentar. Lo cierto es que Martín disfruta mucho jugando solo, incluso en el parque se aísla a voluntad y juega solo, a menos que sólo haya un niño, entonces interactua con él. No es que no le gusten los otros niños, pues he visto que disfruta con ellos y le gusta ir al parque, pero parece que no disfrutara de la montonera, o que quisiera a su amiguito sólo para él. En fin, dudas es lo que tenemos ahora, y los ojos muy abiertos para aprender a conocer más a nuestro hijo, pero quisieramos ayudar en sus acercamientos con otros niños y de pronto focalizar esa agresividad de alguna otra forma, quizás en deportes de impacto, pues puede ser positivo. Como decimos los padres: no se trata de condicionar un comportamiento, pero si de guiarlo hacia un objetivo positivo en lo posible.

jueves, 6 de agosto de 2009

REFLEXIONES: CÚAL ES EL MEJOR JUGUETE PARA MI HIJO?

Ahora que se acerca el cumpleaños 02 de Martín, hemos vuelto a retomar el tema de los jueguetes con papá. Algo que nos dimos cuenta ya hace más de un año, es que los juguetes de estimulación están muy buenos hasta el año, pero de ahí en adelante, tienes todo un mercado de juguetes que sólo sirven para un solo proposito, es decir juguetes que no estimulan la creatividad, pero si el hambre de consumo propio de nuestra sociedad. Llenar a nuestro hijo con juguetes sofisticados no es lo mejor que podemos hacer. Todos los padres hacen el mismo comentario "le compré a mi hijo un super juguete y él se entusiasmó más con la caja". Eso dice mucho sobre el tema. Nuestro mejor aporte es procurarle juguetes y objetos que tengan mucha versatilidad, que promuevan la curiosidad y la experimentación, y sobre todo, que no nos preocupe que los puedan dañar, pues parte del desarrollo del niño es mirar, observar, tocar y muchas veces desbaratar. He escuchado madres que no dejan que su hija mueva un juguete de sitio, por temor a que se caiga y se rompa. Y esa actitud será correcta? para nosostros adultos está bien, pero para un niño que apenás empieza a conocer y que se mueve con una lógica diferente a la nuestra, no!! La televisión te bombardea con juguetes "excitantes" como el juego de hacer pasta, raviolis y demás delicias italianas con plastilina, pero estimular moldes de plastilina no es precisamente estimular la creatividad y el manejo plástico del material. El niño se habitua a que sólo puede jugar con esos moldes, y no podrá crear nada nuevo, salvo pedir que le regalen más moldes. Y ahí continua nuestro círculo vicioso del consumo. 
Entonces, nuestra tarea como padres es estar atentos a las necesidades de nuestros hijos, comunicarnos con ellos y observar cómo es el comportamiento del niño frente a determinado objeto, con el fin de guiar y estimular sus sentidos y desarrollo. Los juguetes no son sucedáneos de nuestra presencia. No por regalarle el juguete más fino y complejo será garantía de que el niño se quedará absorto mucho tiempo disfrutándolo.